Teorías de la Radio


Por Bertold Brecht
(1927-1932)

"En mi opinión, deberían ustedes (directores artísticos) intentar hacer de la Radio una cosa democrática de veras. (...) Opino, pues, que ustedes deberían acercarse más a los acontecimientos reales con los aparatos y no limitarse solamente a la reproducción o la información"

"Hay que transformar la radio, convertirla de aparato de distribución en aparato de comunicación. (...) La radiodifusión debería en consecuencia apartarse de quienes la abastecen y constituir a los oyentes en abastecedores."

LA RADIO: ¿UN DESCUBRIMIENTO ANTEDILUVIANO?


25 de diciembre de 1927

Recuerdo cómo oí hablar por primera vez de la radio. Fueron noticias irónicas de periódico sobre un huracán radiofónico en toda regla, cuya misión era arrasar América. Pero, como todo, uno tenía la impresión de que se trataba de un asunto no solamente de moda, sino realmente moderno.
Esta impresión se esfumó muy pronto, cuando nosotros también tuvimos ocasión de escuchar la radio. Al principio, naturalmente uno quedaba maravillado y se preguntaba de dónde procedían aquellas audiciones musicales, pero luego esta admiración fue sustituida por otra: uno se preguntaba qué clase de audiciones procedían de las esferas. Era un triunfo colosal de la técnica poder poner por fin al alcance del mundo entero un vals vienés y una receta de cocina. Como quien dice a mansalva.
Cosas de la época, pero ¿con qué objeto? Recuerdo una vieja historia en la que se quería demostrar a un chino la superioridad de la cultura occidental. El chino preguntó: "¿Qué tenéis?" Le dijeron: "Ferrocarriles, automóviles, teléfono." "Siento tener que decirles - replicó el chino cortésmente - que esto nosotros ya lo hemos vuelto a olvidar." Por lo que a la radio respecta, tuve en seguida la terrible impresión de que era un aparato incalculablemente viejo, que quedó relegado en el olvido por el Diluvio Universal.
Tenemos la vieja costumbre de ir siempre al fondo de todas las cosas, incluso cuando se trata de risas callejeras más insulsas, si no hay otra cosa. Hacemos un consumo descomunal de cosas cuyo fondo podemos examinar. Y tenemos muy pocas personas dispuestas a renunciar a ellas en el caso dado. El hecho es que siempre nos dejamos dar en las narices por posibilidades. Estas ciudades que ven ustedes levantarse por doquier, han cogido sin duda de sorpresa a una burguesía completamente agotada, gastada por hazañas y fechorías. En tanto esta burguesía las tenga en la mano, serán inhabitables. La burguesía las estima simplemente teniendo en cuenta las perspectivas que lógicamente puedan ofrecer. De aquí la sobrevaloración exorbitante de todas las cosas y no "sólo de las organizaciones que encierran "posibilidades". Nadie se preocupa de los resultados. Se ciñen simplemente a las posibilidades.
Es un mal asunto.
Si creyera que la burguesía ha de vivir todavía cien años, estoy convencido de que estaría cien años desbarrando a propósito de las inmensas posibilidades que encierra, por ejemplo, la radio. Aquellos que valoran la radio, lo hacen porque ven en ella una cosa para la cual puede inventarse "algo". Tendrían razón en el momento en que se inventara "algo" para lo cual se tuviera que inventar la radio, de no existir ya. En estas ciudades todo género de producción artística empieza con un hombre que va al artista y le dice que tiene un salón. Acto seguido el artista interrumpe el trabajo que habla emprendido para otro hombre que le dijo que tenía un megáfono. Pues la profesión de artista consiste en encontrar algo que justifique luego la construcción hecha sin reflexión de un salón o un megáfono. Es una profesión difícil y malsana al proprio tiempo.
Deseo vivamente que esta burguesía, además de haber inventado la radio, invente otra cosa: un invento que haga posible establecer de una vez por todas lo que se puede transmitir por radio. Generaciones posteriores tendrían entonces la oportunidad de ver asombradas cómo una casta, a la vez que haciendo posible decir a todo el globo terráqueo lo que tenía que decir, hizo posible también que el globo terráqueo viera que no tenía nada que decir.
Un hombre que tiene algo que decir y no encuentra oyentes, está en una mala situación. Pero todavía están peor los oyentes que no encuentran quien tenga algo que decirles.

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